Después de este fin de semana faltan palabras para expresar la impotencia y hartazgo de quienes sobrevivimos en el casco histórico. Ni recordaremos, por salud mental, las consabidas promesas de titular que ya no engañan a quienes tienen ojos y quieren ver.
La tribu de maleducados que siembran las calles de vómitos, orines y basura, que arremeten contra mobiliario urbano y bienes privados, vocean y, dueños del mundo, defecan sobre lo que les viene en gana, campea a sus anchas por la larga madrugada tudense, referencia en el entorno.
El concello duerme tranquilo. Mientras, permite que esa horda beba a la hora que le apetezca, donde y como quiera en pubs con licencia de lo que les dé la real gana, con vigilancia municipal que consiste en un par de viajes turísticos en coche o
tren chú-chú, que para el caso, pondría al menos un toque de color.
No hay dinero para horas extra o nuevos contratos, dicen, como sí lo hay para cenas navideñas, cochecito
leré o sufragar gastos para ostentosos alumbrados de festejos -basta con ver algunas calles estos días-, por poner algunos ejemplos. Lo peor es que, aún sin horas extra, esperamos que algún día se decidan (sale barato pero hay que trabajar en serio) en lugar de poner cara de resignación, a controlar y limitar estas actividades en una zona que día a día se degrada con o sin PEPCHA. ¿Quién querrá fijar aquí su residencia? ¿Acaso rehabilitar es sólo una cuestión de cemento?. La actitud municipal en ese dejar hacer tan de la tierra, del que no faltan ejemplos recientes, pasa una factura que pagamos todos. ¿Qué esperaban?
Les dejamos algunas imágenes del tifón del fin de semana para que se hagan una idea de lo que sucede cuando un vecino del casco decide ir a comprar el
croissant y el periódico de la mañana:
Además descubre que antes ha de limpiar las puertas de su casa y las alcantarillas que. atascadas, contribuyen a hacer la mañana inolvidable:
Y aprovechará para recoger sus macetas que se encuentran en los cuidados parterres de la ciudad:
De vuelta a casa tendrá cuidado de no pisar los restos de los vasos de tubo que adornan las cuidadas calles:
Finalmente, y perdonen lo escatológico, adivinen el olor del monumental urinario que le da la bienvenida al fresco e histórico día:
En fin, que pagamos a señores que, sin duda, llevan con gran donaire su responsabilidad. Entretanto, mientras la paciencia empuje, a sufrir. Con bozal, faltaría más.