Estamos de suerte. En el Paseo Fluvial, ese lugar excepcional que debería lucir cuidado y mimado para gozo de todos, asistimos a la colocación de nuevos artefactos que vienen a incrementar una de las más altas concentraciones por metro cuadrado de utillería en latón en el Baixo Miño. Y decimos que somos afortunados porque en esta ocasión la Diputación, esa madre benefactora, sólo nos ha enviado, según parece, un tobogán y una tirolina. De no ser así, habría que empezar a cortar árboles para hacer sitio al generoso torrente de mecanismos que al estilo de la más surtida chatarrería se acumularían en el entorno.
Es lo que hay.
Cuando no se tienen líneas claras de actuación, objetivos, planes o como quiera llamársele a esa encomiable virtud de los animales humanos, se actúa a base de remiendos, improvisaciones y retazos según la ocurrencia y gusto del que pasaba por allí. Mientras tanto, sobrevive como puede la belleza del lugar luchando contra el mal gusto y el abandono, que uno ya no se sabe si será mejor.
Prueben si no: desde el Náutico por esa tarima sin mantenimiento, como las baterías de coche, pasen por el socavón que acecha desde hace más de seis años, a cuyo pie se alza tembloroso, temiendo ser engullido, otro parque infantil - cosas de la Diputación del año pasado- ,esquiven tablas móviles en zozobra náutica y amenazantes clavos, un buen recorrido para el tren chu-chu del horror.
La parada en la plaza central de las escaleras que bajan de la Estrella, permitirá disfrutar de la vista de inquietantes plásticos y tubos negros sobre algunas de las terrazas antaño cubiertas de zarzas y cañas. Es un escenario dantesco al pie de las murallas que nos prepara para alcanzar, unos metros más allá, el mato grosso rebelde -hasta empieza a ser simpático- que ahoga el siguiente tramo, derrumbándose año tras año. En las orillas del río, los restos del césped cortado por expertos jardineros. El final es apocalíptico: tirolina y supertobogán dan la entrada al parque infantil, razonable en sus inicios, que ahora se prolonga hasta una de las pistas de skate mejor apañaditas de España, allí en su atronadora esquinita por falta de sitios, claro. El quiosco de Germán marca el final de este recorrido. Más allá todavía reina la madre naturaleza y la mano del hombre inepto aún no se ha posado.
Lo dicho: estamos de suerte. Tobogán y tirolina. Crucemos los dedos.
Pois parece que encontraran petróleo. Vaia forma de tirar os cartos ten a diputación e vaia intelixencia preelectoral ten que decidiu isto.
ResponderEliminarSe se fai porque se fai e se non se fai, malo. É moi cómodo criticar sentadiños e que os demais fagan o traballo. Iso son servicios para todos nun lugar donde todo o mundo pode divertirse. Hai monte de sobra para quen queira outra cousa. Ide dar unha volta.
ResponderEliminarNo es así, " se se fai porque se fai e se non se fai, malo, como lo quieres ver, anónimo de las 21:26. Se critica cuando se hace mal, o se cree que se hace mal. Y lo que se está haciendo, como dice el autor del escrito, no responde a planificación ninguna, sino a una grosera improvisación. Parece que a la Diputación le sobraban dos artefactos y a ver dónde pueden colocarse. A los electores solo nos corresponde el opinar, o criticar, "sentadiños" o de pie.. ¿Acaso, mencionado anónimo, nos estás diciendo que tienen que ser los ciudadanos los que tienen la obligación de realizar el trabajo? Los ciudadanos pagamos impuestos para que el trabajo lo hagan otros, los "pofesionales", tío. Afortunadamente, hay monte de sobra para disfrutar de la naturaleza, pero el monte no lo tiene todo y también nos gustan las orillas del río, cuando reúnen condiciones. Esta actuación es otra muestra de la política de retales que caracteriza a este gobierno municipal de "refugallo"
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