Reaparecen los mismos problemas una y otra vez -cuando no se agravan, como el caso del socavón maldito- dado que ni se solucionan ni se vislumbran gestos razonables que inviten a tener esperanza en ello. Así sucede con los famosos bolardos, inteligentes ellos, que desde el último período preelectoral esperan su compleja activación, como paso adelante en la mejora de las condiciones del tráfico en el casco antiguo: una intolerable situación sobre la que nada se ha hecho en los últimos años, siendo generosos. Nosotros seguiremos insistiendo a la vista de tanta inteligencia soterrada, y queríamos contribuir con estas imágenes que nos remite un sufrido lector, para ejemplo de cómo se hacen las cosas por otros lares, en los que, por lo que se ve, la inteligencia asoma orgullosa sobre la superficie.
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