Marginalidad y nocturnidad

Esto, entre otras lindezas que hacen de las noches del casco viejo un enigma que a la mañana siguiente se resuelve en indignación e impotencia, es lo que tiene la situación de desamparo, abandono y creciente marginalidad de la zona. Los paseíllos en coche de los agentes, en más de una ocasión se ha comentado, resultan cualquier cosa menos serios para ejercer un efecto disuasorio entre el turismo de chupito y maleducación que prolifera. Tampoco ayuda el descontrol de tráfico y aparcamiento, ni la libertad horaria y de licencias cuando existen.

Así que a nadie ha sorprendido que aprovechando estas condiciones se hayan llevado el olivo sepultado entre coches, símbolo del sentido estético y común de quienes empiezan la casa por el tejado. Es natural que sucedan estas cosas cuando no es raro que el fin de semana depare mobiliario urbano dañado, gamberrismo en coches y patrimonio, ruido y deterioros varios.

La peatonalización, el impulso a la ocupación de las viviendas y uso comercial de bajos, el control de licencias y horarios, la incompatibilidad de ciertas actividades con un casco histórico residencial, el establecimiento de un Consorcio o similar que lleve adelante políticas serias y comprometidas de rehabilitación y estímulo para la vitalidad de la zona, la puesta en marchas de ideas que trasladen a estas calles actividades culturales y ocio más allá de la ginebra y el pub, que proyecten una imagen única, no estereotipada, de nuestro patrimonio... Todo ello sigue pendiente, dos años después de frases huecas como: "la gran preocupación de este equipo de gobierno es la calidad de vida en el casco histórico".

¿La realidad? Dos años para conseguir un olivo y un banco en el Placer, un empedrado-baldosín en la cabecera de Cuenca y acceso a Sto. Domingo, unos bolardos en S. Telmo, una limpieza de la "vara de medir" y varios grafitti...La cuenta se hace pronto y pone de relieve que falta encarar lo problemas centrales de un casco que necesita urgentemente acciones profundas y decisiones de calado.

Entretanto, un nuevo olivo, recién plantado, puede adivinarse entre los coches invasores, en diálogo con un banco solitario, dañado ya por las latas de colores y ruedas, asombro para visitantes acostumbrados a recorrer cascos históricos en los que la peatonalización y el destierro de  actividades inadecuadas para tan sensible entorno han sido el primer paso hacia el respeto y la dignidad.