Gastralgias

Aludíamos en nuestro anterior post a la noticia que corre veloz por los mares de Facebook y las cañerías del mundo analógico sobre la próxima apertura de un nuevo local en nuestro decadente mausoleo urbano. En efecto, en una ubicación excepcional, con vistas a la fachada de la catedral, y quién sabe si con miras a montar en el centenario baldaquino su terraza, se nos promete la apertura de un nuevo concepto, parece, de ocio: el Gastro&Cocktail Bar con sus combinados afterwork ( esperemos que con horarios no too late ni trop tard, please).

Francamente, nada podemos objetar a  la idea de revitalizar el casco, emprender nuevos retos de negocio en estos tiempos y al indudable arrojo del empresario. Todo lo contrario.

Sin embargo, bajo estos más que honrosos fines, late una historia más sórdida, hija de un pasado que se obstina en permanecer, respirando con halitosis en nuestra nuca. Obras de tapadillo, sin licencia concedida, trabajos en la sombra, miradas a hurtadillas con puertas entornadas, furgonetas siniestras, operarios furtivos: secretos a voces que todo el mundo conoce pero que quedan mejor así, como mandan los cánones, ocultos, como si nadie supiese... Digno relato de best-seller a lo Mario Puzo. En el concello, por supuesto, a considerable distancia del lugar, nada se supo durante meses de esto y si se llegó a saberlo, se optó por guardar las formas. Sus formas.

Quizás se olvida que también muchos conciudadanos están esperando sus licencias para acometer obras, pintar sus balcones, reparar tejados y cañerías. Tal vez no se ha tenido en cuenta que la lección impartida es que hagamos lo de siempre, cada uno lo que le venga en gana, y cosechemos lo que tenemos. ¿O quizás se prefiere que asumamos la arbitrariedad de que sobre nosotros,en cambio, pobres mortales, sí recaerá la ley?

Comprendemos la premura de quien quiere abrir su negocio, de quien quiere arreglar su tejado, de quien debe emprender la obra que necesita, pero si todos, como en mayor o menor medida ha ocurrido hasta ahora, actuamos así, (y es que todas nuestras prisas deberían valer igual) ya podemos devolver el PEPCHA, cuando lo encontremos, y, ya puestos, ahorrarnos funcionarios y concelleiros varios. Para mirar a otro lado y considerar las leyes según nos vaya en la feria, no hacen falta esas alforjas.

Poco edificante la historia del Gastro&Cocktail Bar con maravillosas vistas que debería encender los colores a más de un prometedor de cambio, aunque mucho nos tememos que proliferarán aún más esas beatíficas sonrisas All Bran anti-rubor, vistos los deliciosos desayunos que se prometen.

Que otros sufran las gastralgias.